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y disfruta sin limitaciones!

Mi primer pajote telefónico

No voy a mentir. Soy todo un experto pajillero. Podría escribir un libro con todas las historias que me he montado y podría pintar las paredes de mi casa con los litros de leche que han salido de mis pelotas mientras disfrutaba de una paja por telefono. Las dudas que tenía la primera vez se disiparon a los pocos minutos de empezar.

Llamaba pensando que iba a escuchar a una de esas tele operadoras aburridas que salen en las parodias de líneas eróticas. Mi sorpresa fue total cuando encontré justamente lo contrario. Voy a compartir alguna de mis «perversiones» por si te valen de inspiración.

Amanda es la chica que viene todas las mañanas a limpiar las escaleras y el portal de mi edificio. A veces la escucho en el pasillo fregando y aprovecho sutilmente para sacar la basura. Amanda va muy apurada y en ocasiones solo saluda mientras sigue dándole a la fregona, momento perfecto para fijarme en su culo redondo y prieto (pues no tiene más de 19 años). Otras veces te mira y te sonríe mientras saca la lengua mordiéndose lo labios en señal de agotamiento. Suele llevar un botón de la blusa desabrochado por donde se asoma el contorno de unas tetas gordas que parecen llamarme impetuosamente.

Me pone muy cachondo y he soñado mil veces con decirle que pase a mi casa para tomarse «un descanso». Con ese culo y esas tetas metidos entre ceja y ceja, entro a mi casa con el pito lleno de leche, como puedes imaginar, las consecuencias de quedarse de esta manera pueden ser fatales, este es el momento en el que aprovecho para coger el móvil y marcar uno de estos números de pajas.

Lo que más me gusta de este servicio es lo bien que se adaptan a todo tipo de aventuras, por perversa que sea, aquí siempre encuentras la manera de satisfacerte. Dos o tres frases les bastan a estas mujeres morbosas para ser protagonistas de nuestra historia, se meten en el papel de una forma muy natural y la cosa empieza a ponerse interesante en pocos segundos.

¡Hola Amanda! – dije cuando me respondió una voz suave y alegre.

¡Hola cielo, como estás!

La verdad es que aquella voz me puso cachondo nada más escucharla, así que sin más preámbulos le puse la cara de Amanda y empecé la fiesta:

¡Vaya día, estarás cansada con este calor que hace hoy!

Cansada y aburrida de tanta fregona – dijo – No paro de sudar, con lo bien que estaría en la playita…

Tómate un descanso – le dije. – ¿Por qué no pasas y te sientas un rato? Te invito a tomar algo fresquito.

¿En serio? No quiero molestar, pero la verdad es que no me importaría desconectar un rato… ¡Decidido, acepto la propuesta!

Ya te puedes imaginar que en estos momentos empezaba a ponerme muy duro. Tumbado en el sofá, con el móvil en mano libre y los ojos cerrados la escena era completamente real. «Amanda» y yo seguimos con la fantasía. Se sentó en una silla de la cocina y le ofrecí una cerveza helada. En la mesa estaba mi portátil, en el que estaba escribiendo una escena para uno de mis relatos.

¡Mmm, qué bien, estabas escribiendo!. ¿Te importa que lea un poco?

Bueno, claro que no, pero no te asustes, es un texto un poco subido de tono.

Amanda empezó a leer mientras disfrutaba de su cerveza. A medida que iba leyendo noté como su respiración se agitaba y comenzó a morderse el labio lentamente.

¿Qué tal?. ¿ Te gusta?. – Le pregunté.

La verdad es que sí. La chica de tu historia me recuerda a alguien – dijo mientras me dedicaba una sonrisa. – He de confesarte que leyendo tu texto y con dos cervezas encima, me estoy poniendo un poco tonta, jaja. – Se reía mientras su mirada me atravesaba como un puñal. Era la señal, Amanda quería sexo y yo me subía por las paredes.

Mientras Amanda seguía leyendo me acerqué por detrás, aparté el pelo de su cuello y empecé a acariciarlo suavemente. Deslicé mis manos hacia abajo hasta adentrarme en su escote sudoroso y la agarré con suavidad de los senos, que casi no me cabían en las manos.

¡Uff! -exclamó. -Sigue, por favor

Para no interrumpirla en su lectura decidí ponerme delante de la silla y me arrodillé para explorar el interior de su vestido. Amanda abrió sus piernas en señal de bienvenida.

Estoy completamente mojada – dijo.

Retiré el tanga de su cintura y noté como goteaba su vulva peluda. Amanda se abrió ante mis ojos y colé mi lengua para saborear su hermoso clítoris.

¡Dios! – gritó. – No aguanto más, ¡haz conmigo lo que quieras, por favor!

Agarré a Amanda por el culo y la subí encima de la mesa. Me pidió que la envistiese con fuerza. Que a ella sólo le gusta que la empotren. Estaba tan mojada que entró en su vagina como si fuese de mantequilla. No paraba de gemir y de gritar cada vez más fuerte. Después de un par de gritos se retorció de gusto en mi pecho.

Amanda no paraba de jadear. Se bajó de la mesa y me dijo:

Prepárate, ahora me toca a mí.

Sudábamos como una cascada, Amanda se arrodilló y me lanzó un escupitajo directo al glande, que ya estaba rojo como un tomate. Entre jadeos y gemidos sacó la lengua y se la metió hasta la garganta, moviendo la cabeza de un lado a otro.

Era imposible soportar tanto placer, así que me dejé ir. Amanda empezó a cubanear mientras me miraba con los ojos casi en blanco. No tardé ni 10 segundos en soltarle todo por la cara. Hacía tiempo que no exprimía tan bien mis pelotas.

Después de tanto éxtasis caí rendido sobre mi cama, abrí los ojos y no pude hablar durante unos segundos. Al otro lado mi compañera todavía gemía y se retorcía del gusto con tanto realismo que no podía creerlo. Ésta es una de las muchas experiencias que he tenido. Por supuesto cada uno tiene sus preferencias y sus gustos. Yo he probado de todo, vecinas, actrices, altas, pequeñas, abuelas, camareras, en chándal, en bañador, con lencería, en casa, en la playa, en medio de un concierto…hasta de cornudo. ¡No sé a qué estás esperando, pero yo en cuanto termine de escribir, me haré otro pajote como este.